Liberándonos de las etiquetas

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En la sociedad actual, nos encontramos constantemente etiquetadas y clasificadas en diferentes categorías que van desde lo profesional hasta lo personal. Estas etiquetas pueden ser tan variadas como “ambientalista”, “minimalista”, “vegana” o “feminista”. A primera vista, pueden parecer inofensivas, pero ¿qué sucede cuando estas etiquetas comienzan a definir quiénes somos y a entrar en conflicto con nosotras mismas?

Muchas veces, nos vemos presionadas por estas etiquetas autoimpuestas, sintiendo la necesidad de cumplir con ciertos estándares que creemos que cada etiqueta requiere. Nos esforzamos por encajar en estos moldes, a menudo sacrificando nuestro bienestar en el proceso. Nos sentimos culpables si no cumplimos con los ideales asociados a cada etiqueta, lo que puede generar estrés y ansiedad.

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Sin embargo, es importante recordar que estas etiquetas no nos definen completamente. Son una parte de nosotros y nos sentimos identificados con ellas, pero no nos representan en su totalidad. Además, muchas veces estas etiquetas entran en conflicto con nuestras acciones por circunstancias que están más allá de nuestro control, como el sistema capitalista y patriarcal en el que vivimos.

Por ejemplo, es posible que nos consideremos ambientalistas, pero vivamos en una ciudad donde el acceso a productos sostenibles es limitado o más costoso. O podemos identificarnos como minimalistas, pero encontramos dificultades para deshacernos de objetos que tienen un valor sentimental para nosotros.

Suelta estas etiquetas

En lugar de dejarnos consumir por estas etiquetas, es importante recordar que está bien no cumplir con todos los estándares asociados a ellas. Es importante ser compasivas con nosotras mismas y reconocer que somos seres humanos complejos y en constante evolución.

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Tomemos acciones en lugar de paralizarnos

En lugar de enfocarnos en etiquetas específicas, podemos comenzar tomando acciones que estén dentro de nuestro alcance. Esto puede significar apoyar las diferentes causas sin necesidad de nombrarnos como tal.

Al hacerlo, liberamos la presión autoimpuesta de cumplir con ciertos líneamientos. Al final del día, lo que importa es que estemos haciendo lo mejor que podamos de acuerdo al contexto que nos encontremos, sin dejarnos paralizar por el miedo a ser juzgados o etiquetados.

En un mundo donde todo se analiza con lupa, recordemos que no todo está bajo nuestro control y que es más efectivo tomar acciones, aunque sean pequeñas, que quedarnos paralizadas por el miedo a los prejuicios. La verdadera libertad radica en vivir una vida más compasiva, más allá de las etiquetas que nos imponemos o nos imponen los demás.

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